Como resultado del crecimiento urbano, por el nacimiento mismo de las piezas que lo completan, la perifería es originalmente la acumulación ciega de una cantidad de elementos diversos (instalaciones industriales, conjuntos residenciales autónomos, equipamientos, etc.) relacionados unicamente a través de las vías de comunicación, alterando así o transformando el medio rural. Pero de ningún modo pueden considerarse estos bordes urbanos, márgenes de la ciudad, creciendo así de manera dispersa y atomizada en continuo conflicto con su entorno natural. Por lo tanto será posible el crecimiento equilibrado, interrelacionando las piezas de condición diferente y, estas a su vez con el paisaje.
En esta zona intersticial de Mieres, en donde se hace necesario la renovación de usos obsoletos, la ciudad actúa como palimpsesto de donde deben surgir las líneas para la transformación y regeneración del tejido urbano.
Con lo cual nos encontramos con tres elementos que determinarán la pieza urbana que deba desarrollarse en esta área; por un lado la ciudad que sale con sus elementos propios de formación, ejes, tramas, etc., por otro lado a modo de palimpsesto las instalaciones obsoletas así como los restos de tejido urbano que las relacionan, y por último el paisaje rural tratando de mantener la presencia que lo caracteriza. Como apuntabamos anteriormente, el organizar este borde de ciudad, será el resultado, no de optar por la supremacía de alguno de estos elementos, sino por resolver la fricción entre ellos, manteniendo la tensión de este encuentro, tomando de cada uno de ellos la contribución necesaria para que este borde de ciudad se resuelva fundamentando un paisaje nuevo de concepción distinta al que hoy nos ofrece, consolidando el inacabado límite y entregándolo de forma más equilibrada al entorno natural que lo rodea. Así residencia, infraestructuras y naturaleza deberán convivir en la "armonía" resultante de la fricción antes mencionada.
